Escuela de Comunicación Social
Universidad del Valle

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Mientras poco a poco avanza la legalización de la marihuana en el mundo, Colombia, que durante décadas soportó la estigmatización internacional por su producción, podría verse rezagada en su uso comercial frente a las multinacionales extranjeras que ya empiezan a controlar su mercado.

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Mientras poco a poco avanza la legalización de la marihuana en el mundo, Colombia, que durante décadas soportó la estigmatización internacional por su producción, podría verse rezagada en su uso comercial frente a las multinacionales extranjeras que ya empiezan a controlar su mercado.


Equipo de investigación: Juan Camilo Martínez, Daniela Morales, Juan David Morales, Juliana Morales, Íngrid Mueses

Redacción: Juan David Morales

El olor inunda la casa. Ha alcanzado la sala, el baño y los dos cuartos. Afuera también puede sentirse. Está impregnado en el aire, es tan fuerte que se percibe incluso al pasar en carro con las ventanillas cerradas. Nadie llega a esta ciudad por casualidad. Camionetas 4×4, con vidrios oscuros vienen de otras partes a recoger sus encargos. El olor les dice que han llegado al lugar que buscaban, han llegado a la ciudad perdida de la marihuana. 

Lucely Jiménez tiene 47 años y cultiva marihuana en su patio desde hace cinco. Vive en una vereda a las afueras de Toribío, norte del Cauca. Es una mujer de piel india, cabello oscuro y sonrisa nerviosa. Por su mirada, parece sumida en un sopor permanente. Es el mediodía. Ella camina en medio de las plantas, mientras las mira con la confianza de saber que están creciendo saludables. El cultivo es de media hectárea. Las plantas están sembradas a un metro de distancia entre sí, pero son tan robustas que la hojas de una se tocan con las otras, dando la sensación de que en el cultivo no hay espacio ni para caminar. Arriba de ellas, una red de bombillos espera para dar calor a las plantas durante la noche. 

-Están floreciendo pero todavía no están listas, uno se da cuenta porque el olor es más fuerte –afirma mientras se lleva una de las plantas a su nariz. La época de cosecha está cerca. Las plantas empiezan a florecer y la casa y los alrededores se inundan de un aroma fresco a marihuana. En unos días ella recortará uno a uno los cogollos de las plantas, los almacenará en un cuarto oscuro para que se sequen y los venderá a los traficantes que van hasta su casa por el producido. 

Los cultivos de marihuana están a la luz pública. A pesar de que ante el Estado es una actividad ilegal, la fuerza pública no puede erradicarlos porque en esta parte del norte del Cauca la autoridad es el Cabildo Indígena Nasa. Todos los días, cerca de 4000 familias se valen del amparo constitucional de su territorio para cultivar la planta.

A las 5:30 de la tarde, el cultivo de Lucely Jiménez hace parte de un espectáculo que es visible incluso desde las afueras de Cali cuando el horizonte está despejado. Ella enchufa las luces que cubren el cultivo, y solo las apaga hasta el día siguiente cuando vuelva a salir el sol.  Los invernaderos aceleran el crecimiento de las plantas y la maduración de la flor o cogollo, que es la parte que se fuma por su contenido de THC, componente químico psicoactivo.

Una a una empiezan a iluminarse las 6000 hectáreas de marihuana que están cultivadas en toda la región. Durante el día, cualquier montaña que se mire a distancia parecerá normal, llena de vegetación. Pero en la noche, las luces ponen al descubierto la magnitud de los cultivos. Un solo cerro puede estar cubierto de marihuana en sus dos terceras partes.  

La ciudad perdida de la marihuana se ilumina todas las noches en silencio. El 73% de la marihuana que se incauta en el país proviene del Cauca. El dato lo da Luis Alberto Pérez, el general que dirige la sección de Antinarcóticos de la Policía Nacional. En los alrededores de Toribío, Caloto, Corinto y Miranda, se enciende un pesebre de marihuana que atraviesa  la cordillera central en su paso por el norte del Cauca.

Una lucha por su uso medicinal 

Bryan Ospina es estudiante de últimos semestres de Ingeniería Agronómica de la Universidad Nacional, lleva dos años investigando sobre el uso medicinal del Cannabis y es el fundador de Aura Life Colombia, una organización que produce y comercializa derivados medicinales de Cannabis. Su apartamento cumple el papel de hogar, oficina y sede de la organización. En la sala hay una vitrina de vidrio con aceites, pomadas y lubricantes que él mismo ha fabricado. Un pasillo largo con materas a cada lado conduce al patio de la casa, donde tres plantas de cannabis descansan al aire libre y ondean tranquilas con el viento de las cinco de la tarde. Al lado derecho del patio, una puerta entreabierta custodia el cuarto de cuidado de las plantas, en donde varias semillas de cannabis empiezan a crecer bajo el calor de una lámpara.

Ospina afirma que las variedades de cannabis más utilizadas para la fabricación de productos medicinales son las cepas índica y sativa. Pero cada una tiene propiedades distintas. La índica, como la que se cultiva en Toribío, es más efectiva para tratar el dolor crónico, espasmos musculares, esclerosis, artritis y los temblores causados por el Parkinson. La sativa se utiliza para tratar las náuseas causadas por la quimioterapia o por la medicación para el VIH, la migraña, la depresión y para estimular el apetito.

“Nosotros buscamos una mayor eficacia para cubrir un mayor círculo de enfermedades, por eso utilizamos la hibridación de la planta. Tenemos una conformada 70% por la variedad indica y 30% por la sativa”, cuenta. 

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El diagnóstico del neurólogo confirmó lo que Dora Elsy Pinzón supuso desde el principio. El alzhéimer avanzaba en su esposo con sigilo. Nadie imaginaba que después de dos años provocaría daños tan certeros. 

Oscar Campo, su esposo, solía ser auditor de bancos. Hace dos años empezó a tener actitudes agresivas y olvidos frecuentes. Al investigar sobre los síntomas y actitudes de su esposo, Dora Elsy Pinzón imaginó que era alzhéimer. Preocupada, se contactó con una fundación en España que trata a pacientes con esta enfermedad, ella le hizo unas pruebas que le explicaron por teléfono y al final todo conducía a la hipótesis del alzhéimer. 

En la EPS, sin embargo, solo le recetaron complejo B12 y medicamentos para la ansiedad, pues aún no daban con el diagnóstico. Luego de insistir varias veces consiguieron una cita con el neurólogo. Una tomografía fue suficiente para confirmar que su esposo tenía alzhéimer, un trastorno cerebral que afecta gravemente la capacidad de una persona de llevar a cabo sus actividades más básicas, como comunicarse o recordar a sus familiares. Cuando la enfermedad está muy avanzada, los afectados pueden volverse agresivos o perder la movilidad parcial de su cuerpo. 

A pesar de que lo medicaron con tratamientos para la demencia y la bipolaridad, Oscar Campo seguía muy agresivo y tenía alucinaciones. A cada rato protestaba violentamente para que lo dejaran salir a sus supuestas reuniones en el banco. 

-Se ponía muy muy agresivo, había que llamar al médico a cada rato. Una vez hubo que llamar a la policía porque estaba incontrolable. Nosotros ya no sabíamos ni qué hacer y la EPS era poco lo que ayudaba. Le daban cita con el psiquiatra cada dos meses, pero mientras tanto yo luchaban con él de noche y de día. 

La ayuda llegó de la forma en que menos se lo imaginó. Un día cualquiera le contó la situación a una sobrina, quien pidió recomendaciones a un médico investigador que conocía en Inglaterra. El médico le dijo que le dieran aceite de cannabis, pues en ese país les había dado buenos resultados.

Dora Elsy Pinzón hizo lo propio y vio resultados en su esposo de inmediato. A pesar de que ningún tratamiento puede detener la enfermedad, el aceite sublingual de cannabis estabilizó su comportamiento. Ella dice que la agresividad le bajó por completo e, incluso, a veces habla y reconoce a las personas. 

-Finalmente encontramos que el cannabis lo ayudó. El dejó mucho la agresividad  y con eso hemos salido adelante. Estoy más tranquila. Ya no tenemos que trasnochar toda la noche ni estar 24 horas allí. Ya él se puede manejar más fácilmente, ha sido maravilloso” –, cuenta Dora Elsy Pinzón con una expresión de tranquilidad en su rostro. 

El marco legal

Andrés Felipe Gómez es un abogado que conoce a fondo el marco legal del cannabis en Colombia. Vive en el mismo apartamento con Bryan Ospina y otros amigos que hacen parte de Aura Life Colombia.

En diciembre de 2015 se aprobó el decreto 2467 que legalizó el cannabis medicinal en el país. Para Andrés Felipe Gómez se aprobó porque “el gobierno de Juan Manuel Santos quería dar una imagen internacional de la lucha contra drogas. Fue una estrategia de la rama ejecutiva para poder dar la seguridad internacional de que aquí en Colombia se estaba trabajando para legalizar la marihuana medicinal.” Sin embargo, la aprobación del decreto 2467 fue acelerada y tuvo muchos vacíos jurídicos. Por esta razón el Congreso lo derogó y emitió la Ley 1787 y su posterior reglamentación, que crearon un marco regulatorio más completo sobre la producción y utilización de cannabis con fines medicinales.

Colombia aspira a posicionarse dentro de la industria mundial del cannabis, pero hacerlo no será tan sencillo. En julio de 2016, campesinos de Toribío, Corinto, Miranda, Caloto y Jambaló conformaron una cooperativa de cultivadores de cannabis y propusieron al Gobierno la creación de un centro de investigación para el uso medicinal. Su idea a largo plazo es suministrar de materia prima a las empresas que optan por producir los derivados del cannabis. Con lo que no cuentan, seguramente, es que terminarán vendiendo el cannabis por un precio muy bajo en comparación con lo que ganarán las empresas por producir los derivados. O peor aún, terminarán exportándolo para enriquecer empresas extranjeras mientras ellos reciben una parte muy baja de las ganancias.

Pero no hay nada de raro, pues Colombia siempre se ha caracterizado por exportar materias primas a otros países. Café, oro, esmeraldas y cacao son algunos de los productos que más exporta el país por su calidad.

A pesar del potencial de Colombia para la producción de cannabis, de los conocimientos ancestrales de miles de campesinos que con muy pocos recursos cultivan marihuana de alta calidad, el mercado del cannabis medicinal hoy está dominado por los Estados Unidos y por países como Uruguay y Holanda, que han legalizado la planta en su totalidad desde hace algunos años.

Si el Gobierno colombiano no adopta medidas para fortalecer la industria local del cannabis, y estar a la altura de los demás países, los cultivadores no tendrán más opción que vender sus materias primas a multinacionales extranjeras por precios muy bajos.

El oro de Colombia se ha utilizado en otros países para fabricar los galardones de premios como la Palma de Oro del Festival de Cannes. Las esmeraldas colombianas han sido exportadas para fabricar joyas que hoy portan celebridades como Beyoncé, Kim Kardashian y Lady Gaga. Starbucks ha llevado café colombiano al paladar de clientes de 66 países del mundo desde 1971. No sería extraño que en unos años los mejores productos medicinales de cannabis hayan sido fabricados por firmas extranjeras con cannabis exportado y cultivado por los campesinos de Colombia.

Mirar con otros ojos

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el cannabis ha sido completamente legal. La planta se ha venido utilizando sin ninguna restricción desde el año 8.000 a.C. Solo a comienzos del siglo pasado, casi diez mil años después, empezó a ser ilegal el consumo y la utilización en productos medicinales. Es decir que el cannabis ha sido ilegal por menos del 2% del tiempo en que ha estado en uso.

En los últimos años el cannabis ha cargado con un estigma que oculta sus demás usos y beneficios para la salud, la ciencia y la industria. La asociación de sus consumidores con la delincuencia, el narcotráfico y la persecución de los gobiernos han sido las principales causas de la desaprobación social que tiene la planta. Pero hoy en día, a pesar de que el estigma persiste, muchos países han empezado a mirar con otros ojos el cannabis y a reconocer sus múltiples utilidades. Las sociedades se han venido transformando de tal forma que, incluso, el consumo de marihuana con fines recreativos es legal en varios países.

Alejandro Gaviria, ex-ministro de salud y protección social, sostiene lo mismo: “Yo creo que todo el mundo, o buena parte del mundo, está encontrando maneras diferentes de reglamentar y regular el uso de marihuana. Primero con fines medicinales, pero también incluso con fines recreativos. Algo está pasando en la mente de las personas y creo que eso es evidente. Ha ocurrido muy rápidamente, de manera casi súbita, en los últimos 5 o 10 años”.

Es probable que en los próximos años muchos países sigan el modelo que ha implementado Uruguay, Holanda y varios estados de EE.UU., donde el cannabis es legal para cualquier uso.

El resto de países que aún no han aprobado el cannabis para uso medicinal y/o recreativo empiezan a ver la legalización como una salida a la lucha antidrogas, para reducir los costos que implica la penalización y como una oportunidad para aprovechar los beneficios de la planta. Entre ellos están Brasil, Guatemala, Canadá y Dinamarca, en donde los proyectos de legalización han llegado al Congreso y cada vez toman más fuerza en el debate público.

El desafío de la sintetización química

La legalización del cannabis para uso medicinal supone un riesgo para el Gobierno, pues podría incrementarse el narcotráfico y el microtráfico de marihuana. Según dos profesores universitarios que han estado relacionados con la separación de los componentes químicos del cannabis, es posible que algunas personas y empresas obtengan licencias para la elaboración de productos medicinales como una máscara para comercializar ilegalmente el THC que han aprendido a sintetizar.

El tráfico ilegal de marihuana sería mucho más sencillo, pues el mismo contenido de THC de un cargamento de marihuana podría transportarse en un frasquito de bolsillo. Mientras no se legalice completamente el uso recreativo, el Gobierno tendría que doblar sus esfuerzos para llevar un estricto control a quienes obtengan las licencias.

Ante este panorama, la legalización total de la planta parece ser la única opción para detener de raíz el narcotráfico. Así ya no habría tráfico ilegal y el Gobierno pasaría a regular el mercado, como lo hace con cualquier otro producto.

Por ser una práctica clandestina, el narcotráfico deriva en una guerra que ha causado muertes en todo el mundo. Los gobiernos, en lugar de reconocer el fracaso de la política de prohibición, se han empeñado en invertir más recursos para combatir el comercio ilegal de la marihuana.

Es posible que con la legalización, la sociedad aprenda poco a poco a convivir con la marihuana, como lo ha hecho con sustancias como el alcohol y el tabaco. También permitiría desarrollar con libertad campañas para educar sobre un consumo responsable  y evitar los problemas de adicción psicológica y consumo tempranero. Pero mientras persista la lucha contra el narcotráfico el problema no se atacará de raíz. “En ninguna parte del mundo lo represivo ha dado resultado”, afirmó José Mujica, el presidente que condujo la legalización en Uruguay.

El uso recreativo

Luis Eduardo Pinilla es un joven como cualquiera, con un trabajo, con una vida. Sin embargo, puede ser tildado de marihuanero y vago por el simple hecho de fumar. Su oficina, que ofrece servicios de call center, está ubicada en un edificio que parece abandonado, de apartamentos espaciosos, pero vacíos. Considera su ámbito laboral como “weed friend”, ya que sus compañeros son fumadores también. El espacio de la entrevista fue en el último piso, el mismo en donde en los ratos libres se asoman al balcón para pasar el rato con un buen porro; allí en las alturas, escondidos, donde nadie los ve ni los juzga.

Pinilla tiene un proyecto de investigación sobre la conservación de las genéticas nativas colombianas “Sativa Nativa”, una reserva genética para aprovechar sus usos medicinales e industriales. Es auto cultivador, defensor y ha pertenecido al foro “Colombia cultiva”, donde más personas como él se han reunido a discutir temas como la lucha contra el narcotráfico a través del auto cultivo.

“Menos mafias, más autoucultivo” fue una campaña que surgió del foro y que Pinilla llevó a cabo junto a otros amigos. A través de la revista Tricoma, un medio de comunicación especializado en cannabis que ellos publican, se propusieron visibilizar a varios consumidores de marihuana para mostrar que son personas responsables, que trabajan y que son útiles para la sociedad.

El objetivo de la campaña, además de luchar contra el estigma que tienen los consumidores, fue promover el auto cultivo. Pinilla tiene una visión muy clara sobre esta práctica.

-Hace muchos años me di cuenta que el tráfico de la planta es algo en lo  que  no vale la pena inmiscuirse. Lo que trato de hacer es auto sostener mi consumo personal cultivándola, para  no apoyar ese mercado. La planta en sí  no tiene nada que ver con la ilegalidad del mercado, el problema es la  prohibición. Cuando el Estado crea prohibición hay ilegalidad, y  cuando hay ilegalidad se crean bandas, hay violencia, guerra, dinero de mala energía. Eso es lo que uno quiere evitar y la única forma de hacerlo es el auto cultivo.

Pinilla cree que a través de acciones como las suyas  contribuyen a la desestigmatización de la marihuana y se encamina la legalización total de la planta, que para él se concretará en unos tres o cuatro años.

Los daños

La psicóloga Ángela García es egresada de la Universidad del Valle, cuenta con una maestría en psicoanálisis y con capacitación de posgrado en adicciones, en estos momentos trabaja en el área de servicio psicológico en la Universidad del Valle. Su formación académica y amplio conocimiento en el campo de las drogas fundamentan sus concepciones frente al cannabis.

Ella desmiente la posibilidad de que la marihuana genere adicción o dependencia física:

-Si tú miras una dependencia física a la heroína te das cuenta visiblemente como se sienten los síntomas de abstinencia. En el caso de la marihuana no hay unos síntomas de abstinencia que me digan que veo una dependencia física.  Lo que sí puede haber es una dependencia psicológica, así como uno depende de muchas otras cosas. 

Para Ángela García, los efectos psicológicos que pueden derivarse del consumo de marihuana son básicamente dos. El primero tiene que ver con la pérdida de memoria a corto plazo. A muchos consumidores se les dificulta recordar lo que hicieron el día anterior o la información reciente de una conversación. Algunas personas suelen asociar el segundo efecto con la pérdida de concentración o capacidad de aprender. Pero para ella, desde una perspectiva psicoanalítica, lo que puede generar el consumo repetitivo de la marihuana es una falta de confianza en sí mismo y la poca valoración de las capacidades propias.  

El día mundial de la marihuana

El 20 de abril se ha convertido en un símbolo de la cultura cannábica. Miles de fumadores de marihuana alrededor del mundo se congregan este día para rendir culto a la planta. Una ocasión que muchos aprovechan, como es de esperarse, para fumar marihuana. El origen de la celebración se remonta a la década del 70. Un grupo de adolescentes autodenominados “Los Waldos”, estudiantes de un colegio en California, solían reunirse a las 4:20 de la tarde frente a una estatua a fumar.

Muchos fumadores de marihuana de Estados Unidos que compartían la historia empezaron a utilizar la expresión 420 para pasar inadvertidos cuando querían fumar marihuana. Al pasar los años la historia tomó mucha fuerza, al punto que pasó de significar una hora para significar una fecha. Hoy en día el 420 (20 de abril) es considerado en la cultura cannábica de Estados Unidos como el Día mundial de la marihuana.

La celebración ha traspasado fronteras y se ha aceptado entre la cultura cannábica a nivel mundial. A más de 12 horas de vuelo desde California, Estados Unidos, donde se originó la celebración, está Cali. A más de 5.000 kilómetros está la Plazoleta de una universidad caleña, un espacio al aire libre donde muchas personas se reúnen para fumar marihuana. El 20 de abril no sería la excepción.

Por esos días llovía bastante en la ciudad. Es un día frío, el aire se siente húmedo y el césped conserva el rocío de la lluvia. “El ambiente está bueno para parcharse”, nos cuenta uno de los participantes, “las otras veces nos ha tocado un calor asqueroso”.

A las tres de la tarde el lugar se empieza a llenar. Las personas forman grupos de entre tres y diez amigos y se reúnen en torno a un parlante a escuchar música. Mientras se acerca la hora  algunos aprovechan para trillar la marihuana y armar sus cigarrillos. Otros, un tanto más anticipados, ya se han fumado unos cuantos porros.

A las 4:20 de la tarde los asistentes prenden sus pipas, porros y blunts (un blunt es un cigarrillo de marihuana envuelto en papel especial, a veces de sabores, que contiene la cantidad de marihuana equivalente a tres porros).

“Más que fumarse un porro uno va a compartir, a parcharse con sus parceros”, comenta uno de los participantes. Al otro extremo de la plazoleta, un grupo de amigos prende un cigarrillo de alrededor de 20 centímetros de largo y dos de diámetro. “Esa vaina fue el bareto más grande que yo he visto en mi vida, había que cogerlo con toda la mano”, comentaría después uno de los asistentes.

Varias personas se acercaron para compartir el porro que captó la atención de todos en el lugar. A algunos les causaba risa, a otros, asombro, pero quienes se acercaron para tirarse un “plon” lo cuentan con orgullo. Algunos estiman que pudo haber costado unas “30 lucas” y haberse utilizado un cuarto de libra de marihuana.

La mayoría de cigarrillos que se prenden se rotan entre amigos. “Es inusual que alguien prenda uno y se lo quede para él solo, pues todo se trata de compartir y parcharse”.

Un estudio médico del National Institute on Drug Abuse indica que al fumar marihuana o consumirla de cualquier forma, el THC se conecta con los químicos o receptores cannabinoides que el cuerpo produce naturalmente. Al generarse esta conexión se producen efectos en las regiones del cerebro que alteran el placer, la memoria, el pensamiento, la concentración, el movimiento, la coordinación y la percepción sensorial.

A las 5:00 p.m. empieza a llover. Las personas se resguardan de la lluvia bajo el techo de una cafetería. Algunos dan la celebración por terminada, otros irán a rematar a Jovita.

Mientras durante un día normal alguien suele fumar uno o dos porros, una de las personas de la celebración cuenta que entre un grupo de seis personas se fumaron siete blunts, intercalando con porros que prendía cada uno por aparte.

“Había que darse duro en el cráneo, parcero”, justifica con risas.